Desde el nacimiento, el intestino humano emerge como un ambiente estéril que rápidamente se coloniza con microorganismos de origen materno y del entorno circundante. La mayoría de estos organismos microbianos se establecen de manera permanente en el intestino, formando lo que conocemos como microbiota, mientras que otro grupo, denominado “microorganismos en tránsito”, habita temporalmente en este ecosistema, principalmente a través de la ingestión de alimentos y bebidas. En los últimos años, se ha comprendido que la microbiota intestinal desempeña un papel crucial en el desarrollo y la salud del ser humano, contribuyendo al crecimiento corporal, la inmunidad y la nutrición.
La composición de la microbiota intestinal es única y varía debido a diversos factores, incluidos algunos que no podemos controlar, como la genética, la anatomía intestinal y la edad. Sin embargo, nuestro estilo de vida es un factor clave en el que sí podemos intervenir.
Los experimentos con animales criados en un ambiente estéril ofrecen un ejemplo elocuente. Estos animales muestran un peso corporal reducido, así como un menor tamaño de órganos vitales como el corazón, el hígado y los pulmones en comparación con aquellos criados en un entorno convencional. Además, los animales criados en un ambiente estéril tienden a consumir más alimentos pero exhiben un menor crecimiento. Estos hallazgos destacan claramente la importancia de las bacterias en la nutrición y el desarrollo corporal.
La interacción entre la microbiota intestinal y el cuerpo humano es simbiótica: proporcionamos hábitat y nutrientes a los microorganismos y, a cambio, recibimos funciones esenciales que contribuyen a la homeostasis intestinal, tanto inmunológica como metabólica.
Las principales funciones de la microbiota intestinal incluyen:
Protección del intestino: previene la colonización por microorganismos patógenos y favorece la integridad de la barrera intestinal.
Metabolismo: participa en la digestión de nutrientes, la producción de vitaminas y la absorción de minerales.
Desarrollo del sistema inmune: favorece la maduración del sistema inmunitario y mantiene la homeostasis intestinal.
El estilo de vida influye significativamente en la microbiota intestinal. Factores como la dieta, enfermedades, consumo de alcohol, tabaquismo, exposición a toxinas y el uso de antibióticos pueden alterar su composición y, por ende, las funciones que desempeña en nuestra salud a lo largo de la vida.
En resumen, mantener una alimentación saludable y practicar ejercicio físico son fundamentales para preservar una microbiota intestinal saludable, lo que a su vez impacta en el funcionamiento general del organismo humano.
En los siguientes artículos profundizamos a cerca de la posibilidad de mejora de la microbiota gracias a tratamiento con probióticos.
Inmunidad innata frente a inmunidad adaptativa
Ahora está claro que las células del sistema inmunitario innato pueden ser entrenadas por infecciones pasadas, exposición a vacunas como el Bacillus Calmette-Guérin (BCG) o contacto con componentes microbianos como el LPS para que tengan una respuesta mejorada al desencadenante original u otro.
¿Qué es la microbiota?
La interacción entre la microbiota intestinal y el cuerpo humano es simbiótica: proporcionamos hábitat y nutrientes a los microorganismos y, a cambio, recibimos funciones esenciales que contribuyen a la homeostasis intestinal, tanto inmunológica como metabólica.